En nuestras ciudades, frente a los actuales y acentuados desafíos globales en los que nos encontramos -crisis ambiental, crisis sanitaria y crisis económica-, hay una pregunta clave sobre la que deberíamos trabajar urgentemente: ¿Cómo preparar a los sectores más vulnerables?
Es que los datos no son alentadores, al mismo tiempo que las poblaciones urbanas crecen a ritmos históricos producto de los grandes flujos demográficos en busca de mejores futuros, nos encontramos con que las ciudades, grandes consumidoras de energía y productoras de emisiones, tienen otra particularidad: 3 de cada 5 corren un alto riesgo de sufrir un desastre natural.
"Si no se trabaja mejor en mitigar y adaptar las ciudades, estas serán en el futuro más pobladas, más calientes, y menos biodiversas. Buscar una alineación entre los procesos naturales, que permiten el funcionamiento del medioambiente y de los procesos de desarrollo urbano, es más urgente que nunca".
Estas palabras de los arquitectos Jeannette Sordi y Felipe Vera introducen un documento del BID titulado Diseño ecológico: Estrategias para la ciudad vulnerable, donde recopilan una serie de ejemplos operativos para adaptar los asentamientos informales de América Latina y Caribe al cambio climático.
A continuación, los autores nos presentan en detalle algunos puntos importantes a considerar:
La crisis ambiental y climática acentúa la desigualdad, dado que los grupos socialmente y económicamente más vulnerables se encuentran más expuestos a riesgos naturales y generalmente acceden a menos infraestructuras y servicios ecosistémicos. Si comparamos el PIB con la cuota de emisiones de GEI de los países, en muchos casos se observa cómo la relación es directamente proporcional y, al mismo tiempo, inversamente proporcional a la población afectada; lo que pone de manifiesto temas de equidad, justicia social y derecho a la ciudad.
En América Latina y Caribe las poblaciones más vulnerables a menudo residen en asentamientos informales, precarios o populares. Al mismo tiempo, se ha reconocido que el proceso de urbanización formal excluye la gran cantidad de personas que han construido sus propias viviendas en las áreas marginales o más riesgosas de las ciudades y carecen de infraestructuras y servicios esenciales; condiciones que se ven agravadas por el cambio climático. El nivel de desigualdad climática es hoy espejo del nivel de desigualdad urbana y, por lo tanto, la acción climática puede presentar una ventana de oportunidad para disminuir brechas en la ciudad más vulnerable.
La publicación Diseño Ecológico: estrategias para la ciudad vulnerable dimensiona los impactos de la crisis climática en las áreas más vulnerables de nuestras ciudades - la ciudad informal - a la vez que reflexiona sobre cómo proteger a quienes se ven más fuertemente afectados por las consecuencias del cambio climático. Además, provee nuevos lentes para analizar el riesgo y diseñar soluciones basadas en la naturaleza en asentamientos urbanos precarios, informales, populares, vulnerables, para hacer de la ciudad informal una ciudad más resiliente frente a las presiones climáticas que vendrán en las próximas décadas.
Las estrategias de mitigación del cambio climático implican imaginar nuevas ecologías, economías y sociedades para anticipar condiciones futuras. De la misma manera, es importante pensar en los asentamientos informales como una realidad en desarrollo, anticipando sus transformaciones y mitigando eventuales riesgos. Si buscamos adaptar las ciudades al cambio climático (aumentando, por ejemplo, las superficies permeables, mejorando los desagües, asegurando el acceso al agua, protegiendo la biodiversidad y promoviendo estilos de vida distintos), debemos entablar un cambio estructural y emprender proyectos ambiciosos que busquen la integración más allá del trabajo en barrios específicos.
El espacio público juega un papel fundamental como plataforma para la acción cívica, el intercambio y el empoderamiento. Combinado con infraestructura verde, puede transformarse en un medio para mejorar la resiliencia social y ambiental de los barrios. Los habitantes de asentamientos espontáneos o informales, en muchos casos construyen sus casas y las mantienen, pero no hay quien construya el espacio público o asegure su mantenimiento por ser común.
En Argentina, por ejemplo, sólo el 24% de los asentamientos informales cuenta con plazas o parques. Aproximadamente el 45% de los barrios populares se encuentra asentado en zonas con algún tipo de riesgo ambiental. Es ahí donde existe la oportunidad de incidir con intervenciones que, además de consolidar estos espacios comunes y mejorar su usabilidad, puedan otorgar soluciones basadas en infraestructuras verdes, que sean más resilientes que las tradicionales. Por ejemplo, resolver la falta de pavimentación, no con concreto, sino con pavimentos porosos permeables. O incluir vegetación arbolada y superficies verdes productivas, tales como huertas.
El proyecto Plaza Estacional, desarrollado por AGA estudio, PICO, y la Comunidad del Barrio Canaima en los Barrios Frailes y Canaima, en Caracas, Venezuela, por ejemplo, aprovecha la necesidad de mejorar las condiciones de riesgo hidrogeológico en estos barrios informales. El proyecto desarrolla una operación de estabilización de terreno y patio común al exterior de viviendas reformadas. El patio cuenta con un huerto de plantas de raíces profundas y permacultura, que transforma la plaza en un patio común, para el desarrollo de prácticas formativas y productivas, en ecosistemas naturales.
El proyecto Rocinha más verde, en Río de Janeiro, crea un jardín comunitario para niños, con materiales de reciclaje y especies vegetales locales. El proyecto se creó en un sitio vacío, inutilizado y contaminado con basura, el cual fue limpiado y transformado en un jardín para el cultivo de alimentos. El jardín se implementó con colaboración de la comunidad local y de los niños, donde la estrategia fue aprovechar la pendiente del terreno para lograr espacios de cultivos aterrazados que permitan cosechar alimentos orgánicos. Con un programa similar, la Huerta en Manguinhos constituye un inmenso jardín de comida orgánica urbana, de los más grandes físicamente de Sudamérica. El espacio está abierto a la comunidad las 24 horas del día y consiste en más de 300 canteros y huertos cultivables. El proyecto comenzó con la retirada de toneladas de basura del sector, la eliminación de la primera capa de suelo contaminado, la colocación de gravas para aumentar el drenaje y luego la construcción de los canteros de ladrillo rellenados con tierra vegetal. Se implementó un sistema de riego conectado al suministro de agua de la ciudad para tener agua en la huerta. El jardín provee alimentos frescos todo el año para la comunidad local y con esto, alivia el estrés económico de las familias y mejora su nutrición. A su vez, proporciona un mejor drenaje, un ambiente libre de basura, un espacio social y recreativo donde pasear, y un espacio seguro donde los niños pueden jugar.
En Santiago de Chile, el proyecto del Parque de la Familia tiene como objetivo principal recuperar la ribera del río Mapocho en el sector oeste de la ciudad, formando un cuerpo de agua tranquila por medio de la implantación de esclusas colapsables. La tecnología adoptada permite el desarrollo de actividades náuticas con embarcaciones más pequeñas sin motor, como kayaks, botes de remos y pequeños veleros. El proyecto se ubica en un sector especialmente vulnerable en la periferia del área metropolitana, con escasa presencia de espacios verdes, por lo que juega un papel crucial en el potencial desarrollo de las comunidades involucradas y conexión con las áreas centrales. La operación del proyecto consistió en construir un brazo del río, para el cual se debió excavar y sacar gran cantidad de tierra. La estrategia fue utilizar este excedente de tierra de excavación para generar una topografía artificial en el parque y contener el cauce del río a través de una serie de lomas. Los planos inclinados de esta topografía y superficie manipulada se trabajaron con distintas especies vegetales nativas, en su mayoría suculentas rastreras, de bajo consumo hídrico, para afirmar el terreno. También se implantaron árboles de diversas especies.
Otro ejemplo donde el manejo de agua ofrece la oportunidad de espacios públicos metropolitanos, es el parque en el Arroyo Xicoténcatl, diseñado por Taller Capital en un área periférica de Tijuana. En éste se recalifica un cauce hídrico mediante la reconducción del agua y generación de espacio público y deportivo. La operación consistió en generar nueve terraplenes, o plataformas, para el desarrollo de actividades recreativas y deportivas.
El Corredor Ecológico de los Cerros Orientales, diseñado por Diana Wiesner en Bogotá, transforma los bordes de la ciudad en un corredor ecológico y parque urbano productivo, en beneficio de las comunidades informales adyacentes y la ciudad metropolitana entera. El proyecto y modelo de ordenamiento territorial, creado en 2006, busca restaurar la biodiversidad como estrategia de desarrollo social y de apropiación territorial por parte de las comunidades. Esto implica generar el mayor corredor ecológico y recreativo de usufructo público en la ciudad. El modelo se compone de una estrategia ambiental y biofísica, que busca aumentar la conectividad ecológica; una estrategia sociocultural, que busca el desarrollo social y la planificación participativa; y una estrategia espacial, que busca demarcar físicamente el límite de la ciudad con la reserva. En 2015, se declararon 3 ha de Reserva Natural como proyecto piloto de la gestión y manejo de los Cerros Orientales.
El proyecto Rutas Naturbanas busca conectar cinco cantones en San José, Costa Rica, a través de la naturaleza. El recorrido de 25 km, de los cuales se construyeron los primeros 600 m y se proyectó el primer kilómetro a iniciar su construcción en 2021, es una infraestructura verde que contribuye a la conservación de ecosistemas y creación de corredores biológicos interurbanos, limpieza y protección de los ríos, creación de nuevas áreas de esparcimiento y espacios naturales para movilidad lenta y recreo, reducción de la huella de carbono, enlazamiento de barrios y centros urbanos, y mayor seguridad para las personas que caminan o pedalean entre las áreas marginales, incluidos asentamientos informales, y el centro urbano. El proyecto busca regenerar la capa vegetal y boscosa en las márgenes de los ríos mediante una categorización y selección de la vegetación que es necesario implantar, definiendo zonas de regeneración, reforestación y estabilización boscosa de especies nativas y pioneras, que regeneran el medio ambiente. También se realiza un estudio exhaustivo de las secciones del río y sus cualidades diferenciales para la construcción de la ruta, garantizando puntos de acceso y conexión con áreas colindantes.
El Mapocho 42k, en Santiago de Chile, también busca construir una red verde peatonal, en este caso pedaleable, a escala metropolitana. El objetivo principal es lograr una conectividad social y territorial, reduciendo la brecha de desigualdad urbana, a partir de un recorrido de escala metropolitana que incorpora atributos paisajísticos y geográficos de Santiago. Siguiendo el curso del río, este recorrido público conforma una columna vertebral en dirección este-oeste, definiendo un corredor verde y continuo que permite conectar todos los espacios verdes, existentes y potenciales, ubicados en los bordes del río; así, logra relacionar estas áreas, antes fragmentadas o inaccesibles, con otros parques cercanos. La estrategia del proyecto es consolidar esta matriz geográfica y ecológica para Santiago, generando un sistema de parques y espacios públicos integrados a través del agua.
Si te interesa conoces en detalle sobre cómo contribuir a mejorar la situación de los asentamientos vulnerables en Latinoamérica, puedes descargar gratis en el siguiente enlace la publicación completa Diseño ecológico: Estrategias para la ciudad vulnerable.